10 septiembre, 2014

Frases y Citas: Sinsajo, de Suzanne Collins

 ¡Hola de nuevo! Antes que nada muchísimas gracias a todos los que estáis comentando y visitando las entradas. Intentaré responder los comentarios lo antes posible.
 Como sabéis seguimos con la semana temática y hoy que es miércoles toca citas de Sinsajo. Como dije en las anteriores entradas, no puedo poner todas las citas; ni todas las que me gustaría porque se quedaría una entrada demasiada larga. Espero que lo comprendáis. Os dejo con las citas:

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- (...) Por muy mal que eso te haga sentir, vas a matar a otros seres humanos, porque en la arena sólo se te permite un deseo, y es un deseo muy caro. 
-Te cuesta la vida. 
-Oh, no, te cuesta mucho más que la vida. ¿Matar a gente inocente? Te cuesta todo lo que eres. 
-Todo lo que eres -repite Caesar en voz baja. 

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-Finnick, ¿y si te pones pantalones?
Él se mira las piernas como si se diera cuenta por primera vez de lo que lleva puesto, se quita el camisón y se queda en ropa interior. 
-¿Por qué? ¿Es que esto -añade, poniendo una pose provocativa muy ridícula- te distrae? 

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-¿Quieres oírlos cantar una canción de verdad? -le suelto; cualquier cosa para detener los recuerdos. 

(...) 

¿Vas, vas a volver 
al árbol en el que colgaron 
a un hombre por matar a tres? 
Cosas extrañas pasaron en él, 
no más extraño sería
en el árbol ahorcado reunirnos al anochecer. 

(...) 

¿Vas, vas a volver
al árbol donde el hombre muerto 
pidió a su amor huir con él? 
Cosas extrañas pasaron en él, 
no más extraño sería
en el árbol ahorcado reunirnos al anochecer.

(...) 

¿Vas, vas a volver
al árbol donde te pedí huir
y en libertad juntos correr? 
Cosas extrañas pasaron en él, 
no más extraño sería
en el árbol ahorcado reunirnos al anochecer.

 (...) 

¿Vas, vas a volver
al árbol con un collar de cuerda
para conmigo pender? 
Cosas extrañas pasaron en él, 
no más extraño sería
en el árbol ahorcado reunirnos al anochecer.

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-¡El fuego se propaga! -grito, decidida a que oiga todas y cada una de mis palabras-. ¡Y si nosotros ardemos, tú arderás con nosotros!

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En la última página, bajo el boceto de mi insignia del sinsajo, Cinna ha escrito: <<Todavía apuesto por ti>>.  

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  El silencio se alarga y empiezo a pensar que no acabará nunca, hasta que habla Leevy:
 -Cuando se ofreció voluntaria para ocupar el lugar de Prim en la cosecha. Porque estoy seguro de que pensaba que iba a morir. 
 -Bien, un ejemplo excelente -dice Haymitch; agarra un rotulador morado y se pone a escribir en un cuaderno.- Voluntaria en lugar de su hermana en la cosecha. -Mira a su alrededor y añade-: Otro. 
 Me sorprende que el siguiente sea Boggs, a quien había tomado por un robot musculoso quehacía cumplir la voluntad de Coin:
 -Cuanto cantó la canción. Mientras la niña moría. 
 En algún lugar de mi cerebro aparece la imagen de Boggs con un niño apoyado en sus caderas. Creo que en el comedor. Puede que no sea un robot, al fin y al cabo. 

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Finnick me agarra con fuerza por los brazos. 
-No lo hemos visto. 
-¿Qué? -le pregunto. 
-No hemos visto a Peeta, sólo la propo del 8. Después hemos apagado el televisor porque las imágenes te alteraban. ¿Lo pillas? -pregunta, y yo asiento-. Termínate la cena. 

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Se supone que Gale no debe visitarme, ya que está en cama con una herida en el hombro, pero, la tercera noche, después de que me seden y apaguen la luz para dormir, se mete silenciosamente en mi  cuarto. No habla, sólo me acaricia los moratones con dedos ligeros como alas de polilla, me da un beso entre los ojos y desaparece.  

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-Bueno, eso está bien, ¿no? Si puedes separar unos de otros, también puedes saber qué es real. 
-Sí, y si me salieran alas podría volar, pero a la gente no le sale alas -dice-. ¿Real o no? 
-Real, pero la gente no necesita alas para sobrevivir. 
-Los sinsajos sí -responde. 

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-(...) -Me pregunto cómo se decidirá. 
-Bueno, yo ya lo sé -asegura Gale; apenas logro oírlo por culpa de las pieles que tiene encima-: Katniss elegirá al que necesite para sobrevivir. 
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-Damas y caballeros... -dice en voz baja, pero yo respondo a todo pulmón. 
-¡Que empiecen los Septuagésimo Sextos Juegos del Hambre! 

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-¿Qué es eso? -me pregunta, ronca; las puntas húmedas de su pelo le forman pequeños pinchos sobre la frente. 
-Lo he hecho para ti, para que lo pongas en tu cajón -respondo, poniéndoselo en la mano-. Huélelo. 
Ella se lleva el bultito a la nariz y lo olisquea con precaución. 
-Huele a casa -dice, y los ojos se le llenan de lágrimas. 
-Eso esperaba, por eso de que eres del 7 y tal. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Eras un árbol. Bueno, lo fuiste brevemente. 

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Prim me acompaña hasta las puertas del hospital y me pregunta: 
-¿Cómo te sientes? 
-Mejor sabiendo que estás donde Snow no puede alcanzarte. 
-La próxima vez que nos veamos nos habremos librado de él -me dice con seguridad; después me rodea el cuello con los brazos-. Ten cuidado. 
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-(...) Pero eso no pasará bajo mi mando, soldado Everdeen. Me he propuesto que disfrutes de una larga vida.
-¿Por qué? -le pregunto, porque algo así sólo puede traerle problemas-. No me debes nada. 
-Porque te lo has ganado -responde-. Y ahora, vuelve con tu pelotón. 

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-¿Te enamoraste de Annie desde el primer momento, Finnick? -le pregunto. 
-No -responde; al cabo de un rato, añade-: Los sentimientos aparecieron casi sin darme cuenta. 

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 -(...) Si el Capitolio te hubiera capturado y secuestrado, para después intentar asesinar a Peeta, ¿es así como te trataría él? -pregunta Haymitch.
 Me callo. No lo es. Así no es cómo me trataría, en absoluto. Intentaría recuperarme a cualquier precio. No me haría el vacío, ni me abandonaría, ni me recibiría con hostilidad en todo momento. 
 -Tú y yo hicimos un trato para intentar salvarlo, ¿recuerdas? -dice Haymitch; como no respondo, desconecta después de un seco-: Intenta recordarlo. 

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Unos cuantos minutos antes de las cuatro, Peeta se vuelve otra vez hacia mí y dice: 
-Tu color favorito... ¿es el verde? 
-Sí -respondo, y entonces se me ocurre algo que añadir-. Y el tuyo es el naranja. 
-¿Naranja?- repite él, poco convencido. 
-No el naranja chillón, sino el suave, como una puesta de sol -respondo-. Al menos, eso me dijiste una vez. 
-Ah -responde él, y cierra los ojos un momento, quizá para intentar imaginar esa puesta de sol; después asiente-. Gracias. 
 
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-¡Finnick!
Es una mezcla entre chillido y grito de alegría. Una joven encantadora, aunque algo desaliñada (cabello oscuro enredado y ojos verdes como el mar) corre hacia nosotros cubierta por una sábana. 
-¡Finnick!
Y, de repente, es como si no existiera nadie más en el mundo que estas dos personas que atraviesan el espacio para encontrarse. Chocan, se abrazan, pierden el equilibrio, se dan contra una pared y allí se quedan, convertidos en un solo ser invisible. 
Noto una punzada de celos, no por Finnick ni por Annie, sino por su certeza. Viéndolos, nadie dudaría de su amor. 
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Así que, después, cuando me susurra: 
-Me amas. ¿Real o no? 
Yo respondo: 
-Real. 

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